Todos tenemos un color favorito, sea cual sea. Tal vez lo tengamos por propia experiencia, por algo que nos relaciona en la vida con ese color, o simplemente porque nos gusta y ya está. Pero es cierto que los colores suelen ser muy importantes en nuestro devenir por este mundo. Elegir la indumentaria según los colores que tenga, enamorarnos de los ojos verdes, azules, marrones o negros de una persona, maquillarnos con colores explosivos para llamar más la atención, quedarnos embelesados ante el azul del cielo despejado o el gris de un mar embravecido… Nuestra relación con los colores es muy especial, y va mucho más allá del simple gusto, llegando incluso a las terapias para sanarnos o hacernos sentir mejor.
Aunque no es considerada una ciencia refutada como tal, la cromoterapia está ganando muchos adeptos en los últimos tiempos, convirtiéndose por supuesto en uno de los mejores ejemplos de cómo el color puede hacer que nuestras emociones cambien, y con ella también nuestro ánimo, hasta el punto de ayudar a cuidarnos. El hecho de que un color provoque en nosotros una reacción determinada parece bastante demostrado, pero como es algo tan subjetivo, tampoco puede entenderse como algo definitivo del todo. Por eso mismo, los estudios sobre la cromoterapia se siguen desarrollando para mejorar aún más este proceso y abrirlo a nuevas experiencia, a nuevas tesis y teorías.
Historia de la cromoterapia
Ya en el siglo X de nuestra era, el médico Avicena dejó en algunos de sus escritos unas anotaciones sobre la importancia del color para llevar a cabo diagnósticos en los pacientes, junto con la temperatura del cuerpo, que era otro signo de enfermedad. Hablamos ahora, por supuesto, de un color de piel extraño, como cuando nos ponemos algo más amarillos que de costumbre por tener problemas de hígado. Fue ya en el siglo XIX, durante la Guerra Civil Americana, cuando la cromoterapia actual se funda con la base de Augustus Pleasonton, un investigador que realizó diferentes experimentos para determinar que el color azul del cielo no solo mejoraba los cultivos, sino que también permitía sanar a las personas enfermas.
Aquella teoría nunca fue confirmada de manera científica, pero sirvió como base para el inicio de la cromoterapia moderna. Ya en 1933, el doctor Dinshah P. Ghadiali publicó una exhaustiva enciclopedia de referencia sobre su trabajo con la terapia de colores, que tuvieron muy buena aceptación por el público en general, aunque no por la comunidad científica, que seguía negando las evidencias de esta terapia. En las últimas décadas, el movimiento de nueva era ha tomado la cromoterapia como una de sus bazas dentro del gran número de pseudociencias que suelen desarrollar en sus congresos. La cromoterapia vive ahora un nuevo auge por Internet y los nuevos libros sobre el tema.
Cómo podemos definirla
Podríamos definir la cromoterapia como la práctica de medicina alternativa a través de la cual se utilizan los colores para conseguir una mejora en la salud y el estado de ánimo de una persona enferma. Se parte de la base de que cada color emite unas vibraciones que nuestro cerebro capta y traduce en forma de emociones. Si logramos conseguir que esas emociones sean positivas, como la paz, la tranquilidad o la alegría, haremos que esa persona enferma cambie su modo de ver las cosas. En la mayoría de casos, esta terapia se suele realizar en combinación con otras muchas, y simplemente como un aporte especial, buscando mejorar o maximizar los resultados del resto de terapias funcionales.
Sus efectos emocionales
Desde hace tiempo se vienen estudiando los efectos emocionales que los colores determinados, en una prolongada exposición, producen sobre el ser humano, al afectar directamente a su centro neurálgico. Estos efectos son bastante evidentes en determinadas investigaciones, aunque se unen no solo el uso de cromoterapia, sino también de otro tipo de herramientas, incluidas las luces y la repetición de esquemas lumínicos, lo que ya entraría dentro de otra ciencia, la fototerapia. Sin embargo, los que apoyan la cromoterapia proponen experimentos interesantes para entender la influencia de cada uno de los colores sobre nuestra propia emoción y nuestra manera de ser, de forma que cada color tiene su función.
El color rojo, por ejemplo, nos ayuda a tener más energía y a poder así superar con más fuerza los pensamientos negativos. El verde y el azul serían colores relajantes, que nos ayudan a meditar y a sacar también esos pensamientos negativos de nuestra mente, algo más sencillo cuando estamos calmados. El morado ayudaría a la sanación, y el amarillo a la concentración, a la mejor de los reflejos. El violeta está siempre relacionado con la espiritualidad, y correspondería a ese color que nos ayuda a encontrar nuestra parte más mística y especial. El naranja, por ejemplo, mejora la fuerza física y también la intelectual, así que es uno de los colores más completos.
Color, luz y vibración
Como afirmábamos anteriormente, la cromoterapia tiene como antítesis científicamente probada la fototerapia, en la que sí que se utiliza la luz y la vibración de ciertos colores, a través de ciertos instrumentos o herramientas, para provocar una mejora en una persona que pueda estar enferma, ya sea de forma física o mental. Aunque la cromoterapia no tiene ese respaldo científico, muchos son los que la siguen defendiendo como una teoría y práctica que puede ayudar a muchas personas que lo están pasando mal, aunque su éxito también tiene que ver con su combinación con otras terapias que parecen funcionar mucho mejor.